María, una sierva que nos señala a Cristo

08.07.2025

El verdadero legado de María

Mucho se ha dicho sobre María. Algunos la han elevado al nivel de intercesora divina; otros la han ignorado por temor a la idolatría. Pero María no necesita exageraciones ni correcciones. Su testimonio habla por sí solo: una mujer común, con una fe extraordinaria en un Dios glorioso.

¿Quién era realmente María?

María no se presentó nunca como alguien especial por mérito propio. En sus propias palabras se describe como "la esclava del Señor". Y en su cántico, todo el foco está puesto en Dios: su poder, su misericordia, su fidelidad.

"Porque grandes cosas ha hecho el Poderoso conmigo;
y santo es su nombre." (Lucas 1:49)

Lejos de reclamar privilegios, se maravilla de que Dios haya hecho algo tan grande en alguien tan insignificante. Su humildad no fue una pose: fue el reflejo auténtico de su corazón ante la gracia.

El centro de su vida: Cristo

María no fue el centro de la historia de la Navidad. Fue un canal, un instrumento. Su testimonio, desde el Magnificat hasta la cruz, siempre apuntó hacia su Hijo: Jesús, el Salvador.

  • Fue el niño en su vientre.

  • Fue el joven perdido en el templo.

  • Fue el hombre colgado en la cruz.

  • Fue su Señor, su Redentor, su esperanza.

Nunca reclamó títulos, nunca pidió adoración. Lo que ella celebró fue que Dios miró su humildad y obró a través de ella para bendecir a toda la humanidad.

Una adoración que nos enseña

María alabó a Dios por:

  • Su poder para derribar a los poderosos.

  • Su misericordia para con los humildes.

  • Su fidelidad para cumplir Su promesa a Abraham.

Siguió la tradición de las grandes oraciones del Antiguo Testamento (Éxodo 15; Salmos 136; Habacuc 3). Pero su oración no quedó en la tradición: se convirtió en testimonio.

Conclusión: Que nuestro corazón cante como el de María

En un mundo donde buscamos reconocimiento, ella eligió la obediencia. Donde muchos quieren ser adorados, ella eligió adorar. Y donde otros reclaman el centro de la escena, ella nos señala a Jesús.

"Mi alma engrandece al Señor,
y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador."

Ese fue su canto. Ese debe ser el nuestro. Que cada día recordemos que la grandeza de Dios se revela en la humildad de quienes le temen.