
Poder de Dios para Salvación (Parte 2)
Viviendo una fe que descansa en Dios y no en los hombres
Introducción
En el artículo anterior reflexionamos sobre cómo Pablo predicó a Cristo crucificado sin apoyarse en discursos humanos. Hoy queremos profundizar en cómo ese mismo principio se aplica a nuestra vida cristiana.
Para los predicadores: confianza en el mensaje
El ministerio cristiano no depende del carisma ni de la capacidad de oratoria. Pablo dijo:
"Mi palabra y mi predicación no fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder." (1 Co. 2:4).
Esto significa que el impacto no viene de nuestra voz, sino del Espíritu que respalda la Palabra.
Para la iglesia: discernir dónde está nuestra fe
Pablo buscaba que la fe de los corintios no estuviera fundada en hombres, sino en Dios.
Hoy también debemos preguntarnos:
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¿Seguimos a Cristo o a predicadores?
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¿Nuestra confianza está en el mensaje o en quien lo transmite?
Una iglesia saludable no depende de personalidades, sino del poder de la Palabra.
Para cada creyente: una fe firme en Cristo
Muchas veces nuestra fe se tambalea porque la apoyamos en emociones, en experiencias o en personas. Pablo nos recuerda que la verdadera fe está cimentada en el poder de Dios.
Esto nos da seguridad: lo que viene de Dios permanece firme.
Conclusión
El evangelio no necesita adornos humanos para ser eficaz.
La cruz es suficiente.
Nuestra tarea es confiar, predicar y vivir esa verdad: la fe cristiana descansa en el poder de Dios, no en la sabiduría de los hombres.