El Magnificat de María — Una fe que canta desde lo profundo

01.07.2025

Cuando el alma canta

¿Qué harías si un ángel se te apareciera para anunciarte que vas a ser el instrumento humano para traer al Mesías al mundo? María no solo creyó, sino que adoró. Y su cántico —conocido como el Magnificat— sigue siendo hasta hoy un himno que nos sacude el alma y nos recuerda quién es Dios.

Un encuentro entre dos milagros

Lucas 1:39–45 nos muestra la escena conmovedora de dos mujeres embarazadas por intervención divina: María e Isabel. La joven virgen y la anciana estéril, ambas concebidas por el poder de Dios, se encuentran y se alegran juntas.

María no huye de la vergüenza de su embarazo, sino que corre a compartir su gozo con alguien que también cree. La reacción de Isabel —quien se llena del Espíritu Santo y proclama a María "la madre de mi Señor"— confirma sobrenaturalmente lo que el ángel había anunciado. Sin ninguna información previa, Isabel reconoce a Jesús en el vientre de María. Fue un momento de revelación espiritual.

María estalla en alabanza

Lo que sigue es uno de los textos más bellos del Nuevo Testamento: el Magnificat (Lucas 1:46–55), que significa "engrandece" en latín. María no habla de sí misma, sino que exalta a Dios con palabras que brotan de una mente saturada de la Escritura y un corazón rendido a su Señor:

"Mi alma engrandece al Señor,
y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador…"

Este cántico refleja ecos del Antiguo Testamento, especialmente el cántico de Ana (1 Samuel 2), así como los Salmos y los profetas. María honra la misericordia, el poder y la santidad de Dios, y se ve a sí misma como una sierva humilde, no como alguien digna de adoración.

Saturada de Biblia, colmada de humildad

El alma de María estaba llena de Palabra. Citó o aludió a múltiples textos (Salmos 89, 103, 107, 111; Isaías 41), no mecánicamente, sino desde una convicción profunda. Sabía quién era Dios, y sabía quién era ella delante de Él.

La alabanza de María no fue una autocelebración disfrazada de espiritualidad. Fue una adoración desde la pequeñez, desde el asombro: "¿Cómo es que el Dios santo ha hecho esto por mí?". No exaltó su estatus, exaltó la gracia. No pidió veneración, ofreció rendición.

Aplicación: Aprender a cantar como María

¿Nuestra adoración refleja lo que ella expresó? ¿Magnificamos a Dios desde el corazón, reconociendo nuestra indignidad y Su grandeza? María nos muestra que la verdadera fe no es muda: canta, se goza, se humilla, proclama.

👉🏼 En tiempos donde tanto se habla de "empoderamiento espiritual", la voz de María nos llama a otra cosa: a ser siervos humildes que se gozan en la misericordia de Dios.

Próximo artículo:
En la segunda parte exploraremos el legado de María, su rol como modelo de fe, y cómo su cántico apunta siempre a Cristo y no a ella misma.