Cuando el hijo vuelve… ¿Qué actitud debe tener la iglesia? (Parte 2)

03.06.2025

¿Y si el que vuelve fue quien más se alejó?

¿Si abandonó su fe? ¿Si desperdició años en un camino equivocado?
La respuesta de la iglesia, cuando alguien así regresa, dice mucho más de su teología de lo que imagina. Y Jesús, como siempre, nos dio una historia para entender el corazón del Padre.

3. Lucas 15:20–24 – Ver de lejos, correr y abrazar

"Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia…"
"…este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado."

El hijo pródigo vuelve hecho pedazos. Pero el Padre no espera explicaciones, no exige pruebas de cambio. Corre a su encuentro, lo abraza, lo besa y celebra su regreso. Es una escena de restauración total, sin filtros ni condiciones.

Principio clave:
El corazón del Padre es misericordioso. Celebra el regreso más que castiga la huida. Su amor no tiene reparos en restaurar públicamente al que estuvo perdido.

Aplicación:
La iglesia debe imitar ese corazón. No basta con aceptar de palabra; hace falta correr al encuentro, restaurar con actos concretos y celebrar con gozo. El que vuelve no debe sentir sospechas ni indiferencia, sino una bienvenida que refleje el evangelio. La frialdad y la sospecha no tienen lugar donde reina la gracia.

4. 2 Corintios 2:7–8 – Perdonar, consolar y confirmar el amor

"Así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él."

Pablo, en su segunda carta a los corintios, habla de un caso de disciplina eclesial. Un miembro había sido reprendido. Pero ahora que se había arrepentido, la comunidad debía ir más allá del perdón: tenía que consolarlo y reafirmar su amor.

Principio clave:
Perdonar no es suficiente. También hay que consolar, restaurar y confirmar el amor para evitar que el arrepentido se hunda en tristeza.

Aplicación:
El que vuelve necesita más que "palabras lindas". Necesita una comunidad que lo abrace, que lo consuele, que lo confirme en el amor. No debe quedar relegado a una especie de "limbo eclesial", sino integrado nuevamente a la comunión, con gozo y restauración.

Conclusión

La iglesia que refleja el corazón del Padre es una iglesia que sabe recibir.
No con reservas, no con condiciones ocultas, no con distancia emocional.
Sino con aceptación, restauración, misericordia, perdón y amor confirmado.
Así nos recibió Cristo. Así debemos recibirnos unos a otros. Porque cada vez que alguien vuelve a casa, el cielo se alegra. Y la iglesia debe hacer lo mismo.